A veces, solo hace falta atreverse a escribir la primera palabra; atreverse a decir el primer te quiero o atreverse a decir adiós.
Para mí, las tres comportan ser valiente, aceptar lo que uno siente y no temer a lo que vendrá después: sentimientos desbordados, un “yo también” o una sucesión de lágrimas deslizándose por las mejillas.
En todo caso, son emociones a flor de piel, bombas de sentimientos que nos explotan por dentro.
Empiezo a pensar que, a veces, necesitamos rompernos (un poco) para darnos cuenta de que estamos aquí, que tenemos un lugar en el mundo, que estamos viviendo y que esto va en serio.
Tal vez, esos momentos de brutalidad emocional, sean necesarios para recordarnos lo que somos capaces de sentir. Tal vez, esas bombas que nos devastan, sirvan para crear un lugar donde luego puedan crecer flores.
Tal vez morir, a veces, signifique volver a nacer.