Durante toda mi vida, queriéndolo o sin quererlo, he perseguido la perfección. He creído que solo siendo perfecta, sería merecedora de amor. Que era mi deber, ser la hija, nieta, hermana, amiga y novia perfecta.
Como si ese fuera el único modo de hacer feliz al resto, y por ende, a mí misma.
He tomado decisiones sabiendo que no me harían feliz, auto convenciéndome de que era lo que quería, tratando de proyectar esa versión de mi misma que ‘’debía ser’’.
Me he examinado delante del espejo, odiando todo aquello que me ‘’ alejaba ‘’de la perfección. Intentando cambiar mi forma de ser, para así, convertirme en un “alter ego” de mi misma.
He estallado a llorar mil veces, impotente, al creer no ser lo que los demás esperaban, deseaban, necesitaban que fuera. Cuando en realidad, la única que exigía esa perfección era yo misma.
Y lo sigo haciendo me temo, cada día un poquito menos, algunos días más que otros…
Supongo, que a veces, necesitamos a alguien que nos diga que está bien, que somos suficiente, que somos todo lo que debemos ser.
Y en ocasiones, ese alguien, somos nosotros mismos.
Te quiero, de mí a mí. Mucho.